Diego Eguiguren y la imprescindible tarea del corrector de estilo

DIEGO EGUIGUREN Y LA IMPRESCINDIBLE TAREA DEL CORRECTOR DE ESTILO

Por Verónica Córdoba (revista cultural Tardes Amarillas de Argentina)

Con justa razón, alguien afirma en una página web que «detrás de un gran escritor hay siempre un estupendo corrector». Eternamente ocultos tras el nombre de los autores y confinados al pequeño espacio de los créditos de un libro (a los que generalmente pocos lectores le dedican un minuto de lectura), los correctores ortográficos y/o de estilo son irreemplazables para que el mismo llegue a las manos de los lectores con cierta calidad en el empleo del lenguaje. Merced a su sacrificado y casi anónimo trabajo, han terminado por ganarse el respeto y la consideración de los escritores en general. Diego Eguiguren pertenece a esta imprescindible estirpe. Tardes amarillas lo entrevista de manera virtual para que los lectores comprendan el valor de su tarea y ellos comiencen a ocupar el lugar que, por derecho, se merecen.

He leído tu nombre entre los créditos de varios libros de Editorial Micrópolis. Nos gustaría que nos precises qué es un corrector de textos. ¿Corregir es un oficio? ¿Una profesión afín al oficio de escritor?

El corrector de estilo es, sin duda, el transitorio mejor amigo del autor. Durante el proceso de edición de un libro, la fase que nos toca nos exige dos tareas fundamentales: proteger al escritor y mostrarle lo que no puede ver. Desde mi perspectiva, la presencia de un buen corrector es necesaria en cualquier editorial.

En general, he comprobado que, para mucha gente, el corrector es solamente el encargado de corregir faltas de ortografía o gramaticales. ¿Es tan simple la faena del corrector o tiene sus vericuetos como la de los escritores? ¿Es tan sencilla como dicen o es más bien complicada?

No, sencilla no es. El corrector es quien se encarga de pulir, de cuidar el idioma. Durante la edición, lo menos trabajoso es lo que mencionas. Es posible que al corregir textos académicos la exigencia se limite a la pulcritud y a la sencillez del escrito, pero en literatura no. El corrector es un empírico, y se nutre de recursos, de herramientas.

Hay una sentencia en el mundo literario que asevera que detrás de cualquier buen escritor hay un buen corrector ¿Esto quiere decir que la corrección es algo indispensable en el proceso editorial?

Es imprescindible. La experiencia te demuestra que un libro sólo es publicable luego de un minucioso proceso de edición. La reflexión es simple: el autor no conoce la verdadera potencialidad de sus textos hasta que alguien se lo demuestra.

¿Qué paralelo, relación o similitud puedes encontrar entre la profesión del traductor y la profesión del corrector?

El insustituible dominio del idioma, sin duda. No cualquiera puede traducir, y no cualquiera puede corregir.

¿Tu tarea se limita a la corrección ortográfica y gramatical o consideras también calidad y contenido del texto? Según he leído existe una figura denominada “corrector de estilo”. ¿Un corrector de textos es también un corrector de estilo? ¿O son dos aspectos diferentes que requieren formaciones también distintas?

Todo es dependiente de lo que se corrija y de a qué sector se dirija. En literatura, el corrector de estilo intenta enriquecer el texto. La buena redacción es importante, pero el contenido lo es más. Hay que armonizar y sugerir lo que, por estética, es mejor. Hace un momento comenté que el corrector es un empírico, y es cierto, pero para editar literatura hay que tener una cultura cada vez más amplia.

Los escritores, en general, en lo relacionado con sus obsesiones y sus anhelos, son considerados “personas difíciles” ¿A vos te resulta difícil trabajar con ellos?

Cuando un escritor lleva tiempo publicando y tiene conocimiento de los procesos editoriales, usualmente es receptivo y está dispuesto a mejorar su libro.

Supongo que antes de la era de Internet, para realizar con corrección adecuada, debías reunirte varias veces con cada escritor para compatibilizar opiniones o, al menos, mantener contacto de manera más o menos frecuente. ¿Considerás que Internet ha favorecido este tipo de vínculos?

Pienso que reunirse es la mejor forma de trabajar, pero el mundo virtual ayuda muchísimo. La gran ventaja de las redes es que permiten conseguir empleo en cualquier parte del mundo.

¿Ayudan los diccionarios on line y el fácil acceso al buscador de Google? Contanos tu experiencia.

Son útiles, claro. Google me ha librado de muchos errores, especialmente en textos académicos. Hay cosas que uno no tiene por qué saber, cosas que exigen inmediatez y que no son parte de lo cotidiano.

En el caso del corrector de estilo ¿Se puede corregir una obra literaria sin alterar el pensamiento del escritor y manteniendo la autenticidad del texto original?

Es lo básico, porque desacreditar al autor no es una opción. La tarea consiste en sugerir cambios y llegar a acuerdos. El escritor es quien decide lo que quiere y lo que no.

¿Cuáles son los obstáculos más difíciles a superar a la hora de corregir?

El tiempo, y nada más. Hay publicaciones que tienen plazos, y no siempre se concretan las reuniones necesarias.

Desde tu punto de vista, ¿qué cosas son necesarias para que la tarea del corrector sea más provechosa?

La predisposición del autor, el profesionalismo de ambas partes, el tiempo. Si hay temas en común, mucho mejor. La filosofía y la amistad ayudan bastante.

¿Crees qué para la formación de correctores es adecuado que existan centros de capacitación o alguna carrera específica dentro del nivel terciario o quizás universitario?

Pienso que sí, y valoro mucho que ya existan algunas alternativas. Por otro lado, el corrector ya tiene una formación cultural importante, y eso es lo elemental. Los buenos cimientos se hacen notar (en cualquier actividad que se realice).

¿Trabajas de manera independiente o estás ligado a una o varias editoriales?

Trabajo para editoriales nacionales y extranjeras, pero también realizo correcciones para empresas. En resumen, yo trabajo para quien me necesite.

¿Cómo ves el futuro de la corrección de textos?

Es algo de eterna vigencia, y esta entrevista me confirma que ya no estamos tan subvalorados.